20.10.08

Trekking the Hills


Nos levantamos temprano para desayunar, un rato más tarde nos estaría pasando a buscar una camioneta que nos llevaría por ruta hasta la primera parada de la excursión. De camino paramos en una suerte de mercado donde nuestro guía y sidekick aprovecharon para comprar todas las provisiones necesarias para la excursión. Algunos de los tripulantes también aprovecharon para llenarse los bolsillos de comida.

El grupo que nos acompañó durante toda la travesía estaba formado por dos veteranas holandesas, una pareja de Manchester, una inglesa y un francés, también veterano. La parejita no paró de quejarse durante todo la excursión: los mosquitos, las camas, los baños, etc., etc. De todas maneras pegamos buena onda entre todos, una vez finalizado el tour y vueltos a Chang Mai salimos a tomar algo por ahí.


Después de estar sentados casi una hora sobre unos improvisados banquitos colocados a los costados de la caja de la camioneta llegamos al “centro de desarrollo” de elefantes. Otros grupos turísticos también esperaban su turno. Matamos el tiempo sacando fotos y alimentando a los elefantes con bananas, las bajaban con cáscara y sin masticar. Unas bestias increíbles.  

El giro duró una hora, para nada mal. Los bichos nos llevaron perezosamente por la selva, regalándonos el tiempo necesario para tomar buenas placas. Atravesamos colinas empinadas que subían con mucha facilidad y asombrosa estabilidad. No perdimos nunca el equilibrio. Los guías caminaban a la par, sujetando firmemente unas correas de cuero que usaban como timón para indicar el sentido que los elefantes tenían que tomar. Cuando éstos forcejeaban para el otro lado eran duramente castigados. Atravesamos un río donde realmente maduré la idea de que nos iban a tirar o los mismos bichos mojar con sus trompas – asco - pero por suerte eso no pasó. Nos salpicaron un poco y continuamos camino hasta el punto de partida.


Volvimos a la camioneta, diez minutos más tarde nos estaríamos bajando nuevamente para continuar con la excusión. Nos metimos por un camino de piedra que irrumpía dentro de la selva. La humedad rozaba el porcentaje perfecto y el sol del mediodía se colaba dentro de la espesa vegetación. Caminamos un par de millas hasta llegar a una cascada espectacular donde aprovechamos para almorzar - arroz con verduras dentro de bolsas de plástico - y  bañarnos durante un par de horas. Descansamos un montón de tiempo, lagarteamos bajo el sol y tomamos unas cervezas que lamentablemente ya habían perdido frío. Sin saber la dura caminata que nos esperaba, sin prepararnos mentalmente para ello, sin siquiera imaginarnos, cerramos los ojos y dormimos una buena siesta.

Dicho eso, nos tocó ponernos con una marcha de más de tres horas sobre caminos angostos y de piedra, en su gran mayoría en subida poniendo a prueba nuestra capacidad aeróbica. Yo me sorprendí con mi buen estado físico, recuerden mi profile: “Asmático y fumador, todavía no lo entiende…” pero Verito la pasó un poco peor. Un campesino nos guiaba por adelante, y por detrás, nuestros guías cuidaban que no nos dejaran a nadie rezagado. Atravesamos segmentos muy densos donde la humedad era casi insostenible. El camino también nos llevó por colinas que nos regalaban hacia el costado algunas vistas espectaculares de la región. Lamentablemente no teníamos muchas fuerzas para seguir el ritmo y sacar fotos al mismo tiempo. En el medio paramos en un mini campamento improvisado para descansar y tomar agua, los guías aprovecharon para pescar, nosotros buscábamos aire de donde podíamos.



Todavía nos quedaba una hora más de caminata y ya estaba oscureciendo, una tormenta amenazaba con romper algunos de nuestros planes, los truenos se escuchaban cada vez más cerca. Con la última reserva de energía llegamos a la aldea, de noche, ya se había largado a llover. Acostados sobre colchones esperamos la hora de la cena.

Valió la pena la espera. La cena salió espectacular, los guías cocinaron para un regimiento: vegetales de todo tipo y color, arroz al vapor, wantones de verdura fritos, y un chicken curry de otro planeta. Bajamos todo esto con cerveza para algunos y gaseosas para otros. La noche se había despejado y la luna iluminaba toda la aldea. El balcón donde nos habían sentado para cenar nos regaló una vista increíble de todo el valle.

Un poco más tarde los niños de la aldea bajaron a saludarnos, como si tuvieran que cumplir con una cláusula de un contrato que no firmamos. Separados los bandos por una fogata, turistas de un lado, nativos del otro, interpretaron unas canciones para nosotros. No nos quedamos atrás, respondimos con un par de canciones realmente malas, después pasamos el tiempo jugando un poco con ellos. No estuvo tan mal pero tampoco fue algo natural, conectarse con un niño no es difícil, pero se tiene que dar de otra manera. 


Dormimos como bestias, no recuerdo si nos duchamos o no.  Protegidos por redes anti insectos nos metimos dentro de unos dudosos sacos de dormir. A la mañana siguiente después de desayunar, otro banquete engendrado por los simpáticos y gourmet guías, salimos por la última caminata de la excursión, un par de horas caminando pero casi siempre en bajada así que se hizo mucho más sencilla que la anterior. Ésta vuelta Vero no quedó tan rezagada. Vimos otra cascada, caminamos otro poco más. Almorzamos en un restó rutero.

Después de comer cumplimos con la última actividad de la excursión: bamboo rafting: rafting sobre balsas hechas con cañas de bambú. El río súper manso, por suerte corría con la velocidad ideal para el tipo de material en el que estaba construida la barcaza. Cuando ésta agarraba algunas de las curvas del trayecto amenazaban con ir más rápido. En líneas generales estuvo muy tranquilo pero lo pasamos bastante bien. Vimos una serpiente que se acercaba nadando mostrando los incisivos pero por suerte el conductor con un efectivo palazo logro ahuyentarla.



Volvimos a Chang Mai a la tardecita, nos pegamos una ducha y cenamos con el francés en un restó mexicano, que mezcla genial. Más tarde nos juntamos en un garito con el resto del grupo a toma algo y mover un poco las caderas. Volvimos muertos y medio borrachos en tuk-tuk al hostal.

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