Sorprendentemente llegamos a Bangkok a horario. El trámite en la agencia/frontera fue bastante rápido y sin tener que pagar por la visa en el lado tailandés me sellaron el pasaporte en la página donde les indiqué.
En la frontera cambiamos por un minibús y en tres horas, incluyendo el morboso tráfico de la ciudad, llegamos a una de las calles principales que obviamente no conocía ni sabía cómo se llamaba.
Desde que salí de China que no estaba en una ciudad con tanto tráfico enquilombado. Tome un tuk-tuk desde la parada hasta el hostal, habremos tardado como cuarenta minutos para hacer quince o veinte cuadras. Ya era casi de noche así que salí a buscar un ATM, di una vuelta por la oscura zona del hostal, y volví para cenar y escribir un rato en el patio. Dormí en un dorm para seis personas, al día siguiente me estaría cambiando de habitación ya que había reservado una twin para cuando llegara Vero.
A la mañana siguiente me levanté temprano para busca a mi hermana al aeropuerto. Desayuné en la calle y tomé el Airport Bus donde me pasé toda la hora del viaje charlando con un inglés muy macanudo que me pasó un montón de info de Bangkok y Bali.
Finalmente llegó Vero y fue loco encontrarnos una vez más en un aeropuerto. Parece que esa es la norma de los últimos anos: Dublín, Buenos Aires, Nueva York, Milano y ahora Bangkok. Estaba cansada pero lo mejor era salir del hostal y dormir a una hora más lógica a pesar de su vuelo de 22 horas que incluía escalas en Cape Town y Kuala Lumpur desde que salió de Ezeiza.
Salimos en busca de una memory card que había perdido para la cámara nueva que venia cargando desde Hong Kong. Nos tomamos el Sky Train, un monorriel que recorre una parte de la ciudad por arriba, impecable y con aire acondicionado. Nos bajamos en la zona comercial del Central Market y tras dar una vuelta compramos una tarjeta de 4gb por solo veintidós dólares. Almorzamos unos buenos noodles y salimos a dar una vuelta caminando siempre con dirección al hostal.
Así llegamos por casualidad a la notoria Pat Pong Street, que si bien todavía era de día pudimos absorber el ambiente decadente de prostitutas, lady boys, y grupos de expats atorrantes jugando al pool con mujeres y llenando sus barrigas de cerveza. Bangkok cuenta con tres o cuatro zonas similares donde lo vale todo, sex shops, cabaret, shows eróticos, ping-pong e infinidad de putas llamándote al grito de “Bum Bum”. Pero la zona mas seedy de todas es la de Pat Pong.
Ya eran las seis cuando llegamos al hostal, una Vero destruida aprovechó para dormir una siesta y quien escribe para ponerse al día con la notebook. Extrañaba un montón mi música, lo primero que hice fue calzarme los headphones y escuchar los 25 temas más escuchados de mi carpeta del iTunes: Bob Dylan, Ben Harper, Buffalo Springsteen, Billy Preston, aquellos buenos muchachos me estarían acompañando por el resto del giro asiático.
A la nochecita fuimos a comer a un restó Indio y volvimos al hostal a dormir. Nos levantamos temprano y sin desayunar nos subimos a un tuk-tuk para ir a la embajada de la India. El tuk-tuk no nos entendió y nos llevó al mercado Indio de la ciudad, ya habíamos perdido bastante tiempo y le dijimos que nos lleve a una boca de metro para llegar más rápido. El trámite en la embajada fue muy eficaz y más rápido de lo que creía. Muy caro, la Visa me costó casi 70 dólares porque solo tramitaban la de seis meses con entradas múltiples. Por la buena onda y porque se había hecho tarde invité un brunch en Subway.
Volvimos en metro hasta el centro y empezamos a recorrer. La última parada nos dejó cerca del barrio Chino y por ahí empezamos. Los canales de la ciudad empezaron a aparecer, aunque la ciudad esta bastante lejos de ser la “Venecia Asiática” que muchos folletos turísticos promocionan. El agua es más negra y huele peor que la de la ciudad del Veneto en verano. Pero si bien las calles están ocupadas por tiendas de todo tipo y color no hay un solo papel tirado en el piso.
En el barrio Chino las tiendas dominan las calles, haciéndoles un guiño a todas las ciudades Chinas que recorrí. Negocio tras negocio y puesto callejero tras puesto callejero vendiendo desde morfi hasta prendas de seda. Visitamos un par de templos Confucionistas, y sacamos unas fotos. Todavía no habíamos llegado a la parte vieja de la ciudad y ésta se presentaba un poco más moderna pero no nos transmitía nada en particular, la arquitectura no congeniaba con la vibra dispersa en la calle y solo los templos lograron parar nuestros pelos de punta.
Uno de los puntos fuertes de la ciudad son los que están cerca del río, estos incluyen los templos del Wat Pho, y el palacio Real.
El Wat Pho es un complejo Budista donde se destaca un Buda dorado inmenso reclinado a lo largo de veinte metros, el resto está repartido entre otros templos e infinidad de torres con forma de conos, más la obvia presencia de tiendas de souvenir.
Los tuk-tuk que esperan afuera hacen lo posible para hacerte creer que el Wat Pho y el Palacio están cerrados y así llevarte por la ciudad en un city tour. Los dos sights generalmente cierran solo dos días al año pero hay un montón de gente que cae en esa. A nosotros nos trataron de embaucar pero no pudieron, por mas seguros que los drivers parecieran.
Así seguimos camino hacia el palacio parando primero cerca de la costa para ver una parada de vaporetto y algunos mercados aledaños. El palacio cuenta con un ingreso-etiqueta a cumplir. Los hombros y las piernas tienen que estar cubiertos, y mediante un depósito de 100 baht ellos te prestan ropa. La entrada costaba 200bht, yo me quedé afuera y esperé a Vero tomando una mediocre limonada en un café fuera del palacio.
De ahí seguimos ruta cruzando canales y construcciones muy humildes indicándonos la Old Town de Bangkok. Ésta también es la parte más turística de la ciudad con infinidad de mercados, go go girls, restós, pubs, y agencias de turismo. Hicimos varias compras, almorzamos y compramos los boletos de tren para Chang Mai. El tren salía a las diez de la noche así que aprovechamos el resto del día para caminar un rato y volver en vaporetto al hostal.
A Bangkok le dedicamos sólo un día y medio y la verdad que nos faltó tiempo para empaparnos un poco más de esta ciudad que se dice es de las más agitadas de Asia. Una ciudad que nunca duerme, donde todo lo vale y no se hacen preguntas. Cuenta con la mala fortuna de contar con una gran cantidad de turistas que vienen simplemente a destruir sus vidas en los bares y continuar con el círculo vicioso pornográfico que tantos dividendos le da a la ciudad.
Nuestro itinerario no nos regalaba más tiempo, teniendo en cuenta que queríamos aprovechar la otra parte de Tailandia: las oníricas playas de las costas este y oeste. De todas maneras no podemos negar que llegamos a captar una parte de esa energía que genera esta ciudad cosmopolita, por lo menos por el poco tiempo que le supimos otorgar.
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