Dejamos Kanchanaburi el 15 a la mañana para volver a Bangkok y buscar mi pasaporte que había dejado una semana atrás en la embajada de la India. Volver a Bangkok implicaba un montón de cosas pero más que nada perder casi un día de viaje ya que nuestro objetivo era llegar a Koh Samui cuanto antes. Si bien fue un día largo porque hasta las diez de la noche no llegamos a Koh Samui, la noche anterior habíamos comprado un aéreo a la isla para así recuperar el tiempo perdido en Bangkok.
Para nuestro horror las mochilas no viajaron con nosotros en el mismo bus. Les juro que el mundo se me vino encima cuando abrieron el baúl y la negrita embanderada había desaparecido. No se imaginan cómo se había puesto Vero también. Por esas cuestiones de la vida, todavía no logro entenderlo, las mochilas viajaron en otro bus que hizo exactamente el mismo recorrido pero con unos minutos de diferencia, ya que cuando recorrimos la estación entera en busca de respuestas aparecieron al costado de la plataforma. Respiramos, no nos supieron decir qué había pasado. Yo me había encargado de depositar las mochilas dentro del bus, no creo que me haya confundido.
A las doce del mediodía nos bajamos en la terminal de Bangkok, media hora después nos subimos a un bondi local que nos dejó en una hora sobre una boca de metro que usamos para llegar con las mochilas a la embajada. El pasaporte no estaba listo sino hasta las cuatro de la tarde así que almorzamos por ahí y después tomamos un café para matar el tiempo. A las cuatro ya me estaban entregando el pasaporte sellado con una visa válida por seis meses. Nos tomamos un taxi para llegar a tiempo al aeropuerto, otra horita más de viaje.
El vuelo salía a las ocho y media y como llegamos con tres horas de antelación hicimos el check in, fuimos al correo a mandar las postales y entramos a la zona de embarque. El vuelo de Bangkok Airways cuenta con un lounge VIP para todos los clientes donde nos atendieron con morfi, bebida e Internet gratis. La espera no se hizo tan dura.
El vuelo muy tranquilo, viajamos en una avioneta a hélice para treinta personas. Aterrizamos a horario. El aeropuerto parecía una de esas cabañas que podes alquilar con vista al mar. No estábamos cansados, sobre todo sabiendo que a la mañana siguiente amaneceríamos en la playa.
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