Hutongs

Flanqueando las grandes avenidas, el trafico, el ruido de los comercios, la gente caminando de un lado al otro sin destino alguno, y a la sombra de los grandes rascacielos se encuentran los “Hutongs”, aquellos barrios antiguos construidos en el siglo XIV para albergar la incipiente corriente migratoria de campesinos a la ciudad.

Los hutongs forman una infinidad de barrios abiertos o amurallados que crean una red de calles y callejones sin salida, casas de piedra, pequenos negocios que sirven como refugio para cientos de miles de personas que viven en comunidad, personas que viven gran parte del dia en la calle jugando a las cartas, cenando, comerciando o simplemente dejando pasar el dia bajo el refugio de cientos de arboles de antano, con troncos serpenteando toda una larga vida y poniendo el verde a un ambiente reservado al gris de las construcciones y al rojo electrico de las banderas chinas.

La verdadera Beijing yace dentro de estos barrios gracias a su gente amable y sonriente, respondiendo a nuestros “Nihao” o pedidos de fotos con un simple movimiento de cabeza y un contagioso brillo en los ojos.

Los olores que emanan las pequenas chimeneas invitan a entrar por esas viejas puertas sin pedir permiso, las freneticas partidas de Mahjong son seguidas por un grupo silencioso de testigos que comentan las jugadas con una mirada o se guardan una posible alternativa para ellos. Los pequenos restos se llenan de locales que se abalanzan sobre platos repletos de comida y tazas humeantes de te. Los mas viejos permanecen sentados sobre viejos taburetes de madera, en cueros, manteniendo platonicas conversaciones con sus pares o cuidando de sus nietos que corren desnudos por ahi, sin perderlos de vista. Las bicicletas son el medio de transporte y las bicicleterias el local de barrio por excelencia donde algunas de ellas alquilan una bici por 10Yuan la jornada.

Algunos hutongs estan mas reciclados que otros. Caminamos por uno que bien podria ser considerado el SoHo de ellos, con tiendas muy trendies donde podes conseguir ropa de autor, papelerias con disenos espectaculares, antiguedades, y de todo un poco pero con muchisima onda. Estos negocios intercalan con cafes esteticamente perfectos y muy bien armados que invitan a quedarse un par de horas leyendo o mirando a la gente pasar.


Y uno se empapa de toda esta magia, sorprendiendose de ver una Beijing que no se la imaginaba ni en figuritas, decidiendo por motus propio pasar mas tiempo codeandose con este ambiente, deseando asi, y de alguna manera, ser parte de ese mundo que no ha cambiando en muchos anos, y que ha logrado permanecer afuera de toda esa voragine de una nacion pujante y abocada al ciento por ciento a una globalizacion mediatica que nos esta saturando a todos.