Cruzamos frontera desde Tallinn en bus, el cruce fue mas tranquilo de lo que creiamos. Los soldados probaron ser muy eficientes a pesar de tener cara de muy pocos amigos. Tuvimos que bajar del bus y cruzar caminando cargando nuestras mochilas al hombro, el bus nos esperaba del otro lado. Cuando me sellaron el pasaporte senti un alivio enorme, ya me sentia en Rusia, parte de ella.
Llegar a San Petersburgo nos tomo un par de horas mas, el recorrido no duro mas de ocho horas.
El bus nos dejo en una parte "x" de la ciudad, que es gigante y donde unos cinco millones de personas crean una de las ciudades mas electricas que recorri. Realmente me sorprendio la magnitud que tiene, las atracciones no estan una al lado de la otra y caminar lleva su tiempo y la mejor manera de recorrer la ciudad, donde el metro no es tourist friendly. Todas las estaciones llevan su nombre en ruso y no hay una traduccion llevada al ingles. La otra opcion es bajar la mano sobre la calle donde en menos de diez segundos es una fija que un Fiat Lancia modelo 64 pare y el conductor pregunte para donde vas. Es recomendable arreglar un precio antes de subir para luego evitar una situacion desagradable.
Bajamos del bus y obviamente no teniamos idea en donde estabamos. Ubicarnos en la ciudad fue una de las cosas mas dificiles ya que nueve de cada diez personas no hablan ingles, el resto lo habla poco y me dio la sensacion de que no les gusta nada. La barrera idiomatica es muy fuerte, nunca lo habia sentido en otro lado, ni siquiera en los paises arabes donde los locos hablan cuatro mil idiomas, pero claro...yo no lo sabia. Aqui en Rusia la gente no lo habla, si siquiera se toman la molestia de ayudarte, el trato es super frio y el costumer service de lo peor en Europa.
Finalmente encontramos a una mujer que tiraba algunas cosas en ingles y con su mapa nos indico donde quedaba el hostal.
Como creiamos que teniamos que registrar la visa, gracias al buen tip de nuestra querida consejera del hostel (que queria ganarse unos buenos mangos) decidimos hacerlo por nuestra cuenta y entonces fuimos en busca de una comisaria. Encontramos una. Nos hicieron pasar a otra habitacion porque no nos entendian nada. Esa habitacion daba a los calabozos donde literalmente vimos unas cinco celdas una al lado de la otra, una de ellas estaba ocupada por un loco que no nos quitaba la mirada de encima, y en la misma habitacion y fuera de las celdas un ingles que se habia mandado una cagada importante nos miraba y charlaba con desesperacion. Tenian que ver la cara de este tipo, hacia seis horas que estaba esperando a un delegado de la embajada. Le dijimos "no worries mate" y salimos de ese lugar arando.
Paseamos por la ciudad y caminamos como bestias durante tres dias. A San Petersburgo se la conoce como la Venecia del Norte. El estilo es bien clasico pero un toque decadente romantico le da una estetica super interesante. Los edificios parecen consumidos por el paso del tiempo y los colores se pierden en el anonimato de la gente. Aquellos dias soleados donde Pedro el Grande gobernaba uno de los periodos mas brillantes de Rusia forman parte de un pasado pujante y con todas las luces encendidas.
El Hermitage merece todos los laureles que la gente pregona por ahi. El museo goza con la misma fama mundial que lleva el Louvre o el Met neoyorquino, y para mi fue uno de los mas interesantes a metros del Prado. Una coleccion absurdamente GIGANTE de Arte Europeo y Sovietico descansan en una de las construcciones mas bonitas y cuidadas que tiene Europa, los interiores del palacio de Verano bien podrian cobijar a todos los zares de la historia.
A las afueras de la ciudad se encuentra el palacio de Peterhof, la respuesta zarista al Versailles frances. El palacio esta flanqueado por una infinidad de jardines adornados con majestuosas fuentes, iglesias y pequenos palacetes. Para llegar tomamos un ferry desde el Hermitage y en menos de cuarenta minutos nos dejo en la entrada del palacio. La visita nos tomo casi todo el dia y me quede sin tomar una sola foto porque no tenia bateria en la camara.
San Petersburgo fue la entrada a un mundo distinto para mi. Por un lado me mostro lo dificil que puede llegar a ser viajar sin hablar el minimo del idioma local. La barrera linguistica se hizo pesar los primeros dias del viaje, luego, con la eventual aclimatacion las cosas no nos resultaron tan dificiles y pudimos disfrutar a pleno de una ciudad totalmente singular.